La sala, situada en un edificio con un gran valor arquitectónico, nació bajo el nombre de Coliseo Pardiñas en 1927 y fue obra de Luis Ferrero. Posteriormente se llamó Coliseo Alcalá, más tarde Teatro Alcalá Palace y, actualmente, Nuevo Teatro Alcalá, en el que se representan algunos de los musicales más importantes de la cartelera española.
Bajo el nombre de Alcalá Palace vivió años de esplendor, con una programación llena de importantes zarzuelas y destacadas figuras del flamenco. En 1975 se estrenó el musical “Jesucristo Superstar”, de Andrew Lloyd Weber, un exitoso, a la vez que polémico, musical representado por Camilo Sesto y Ángela Carrasco.
Después de catorce años cerrado, en 2001 el empresario Alejandro Romay, junto con la arquitecta Margarita Massó, levantó el actual Nuevo Teatro Alcalá.
El nuevo teatro cuenta con dos salas. La sala principal es la más grande, con un aforo para 1240 personas. Tiene una disposición tradicional a la italiana, con un gran patio de butacas, dos anfiteatros y varios palcos, gozando de buena visibilidad en todos sus ángulos. La sala 2 es un espacio polivalente ubicado en el subsuelo del edificio con aforo para 250 personas. Tiene una distribución y estilo más modernos, perfecta para acoger obras de corte más vanguardista así como representaciones para el público infantil.
En 2025, de la mano de ATG Entertaiment, su actual propietario, y la diseñadora Lola Rúa, el Nuevo Apolo ha sido renovado. Su actual diseño combina la teatralidad italiana, la elegancia británica y la maestría artesanal española en un diálogo luminoso entre pasado y presente.
El edificio, construido en pleno apogeo del Art Déco madrileño, respira un espíritu elegante y sofisticado propio de los años veinte, que ha sido respetado y reinterpretado bajo una mirada actual. El resultado es un recorrido sensorial que transforma la experiencia del espectador desde el primer paso. Se han diseñado nuevos espacios lounge, un piano bar y una zona de venta en la planta baja, que actúan como antesala al espectáculo. En cada rincón se combina la sobriedad inglesa —tan elegante y atemporal— con la teatralidad de los pequeños teatros italianos, a lo que se suma la personalidad de las artes decorativas españolas de la década de 1920: colores cálidos, brillos dorados, motivos geométricos y materiales que evocan los cafés y salones de aquella época.